Qatar es una nación musulmana con leyes, costumbres y prácticas arraigadas en el Islam. No es tan liberal como Dubái, en Emiratos Árabes Unidos, ni tan conservadora como algunas partes de Arabia Saudí. La mayoría de sus ciudadanos son musulmanes suníes.
El clan con más poder del país es originario del interior de la Península Arábiga, donde nació ideología wahabí. Su mezquita nacional lleva el nombre de una figura religiosa del siglo XVIII, Mohammed Ibn Abdul-Wahhab, quien impulsó la interpretación ultraconservadora del islam suní conocida como wahabismo.
A quienes visitan esa mezquita y otras en el país se les pide que vistan de forma conservadora: los hombres con las rodillas cubiertas y las mujeres, preferiblemente, con túnicas sueltas llamadas abayas y pañuelo en la cabeza.
A diferencia de Arabia Saudí, donde la adhesión al wahabismo derivó en una estricta segregación de los hombres y las mujeres solteros, prohibió conducir a las mujeres y les vetó acudir a conciertos, cines e incluso a clases de yoga durante décadas, Qatar lleva años patrocinando las artes, cuenta con mujeres en altos niveles de gobierno y anima a los turistas a sentirse cómodos en el país. Además, permite la venta de alcohol en hoteles y bares con licencia.
Los musulmanes creen que Dios reveló el Corán a Mahoma, quien está considerado parte de una larga lista de profetas importantes, como Moisés y Jesús, además del último profeta del islam.
El islam es una religión monoteísta. Los musulmanes creen que el Corán es la continuación de los valores fundamentales de la Torá y la Biblia. Las leyes qataríes se basan en la ley religiosa islámica o sharía, pero también incluyen normas civiles.