Feb 19, 2023
El racismo arraigado, la disfunción política, la degradación medioambiental y el aumento de la desigualdad están alentando las protestas en Perú, que ya han cobrado 70 vidas, en su mayoría indígenas.

(Arriba: Miembros de la comunidad quechua de Perú bloquean una carretera que une a Cuzco y Juliaca -uno, de más de doce sitios en que hay bloqueos-. Crédito: Manuel Ortiz)
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La “policrisis“ es un término emergente que está siendo utilizado cada vez con mayor frecuencia dentro del lenguaje de los legisladores y los responsables de la toma de decisiones a escala mundial, desde las universidades de élite hasta las salas de reuniones de Davos. El término es amplio en su definición; casi como una ameba, se transforma para envolver los numerosos retos a los que se enfrenta la humanidad, desde la catástrofe climática a la pobreza, el hambre, la guerra, la migración masiva y el declive de la democracia.
A principios de diciembre, Perú estalló en protestas después de que el ex presidente de la nación latinoamericana, Pedro Castillo, intentara tomar el poder. Desde entonces, unos 70 manifestantes han muerto, presuntamente a manos de las fuerzas del orden locales. Los manifes tantes, muchos de origen indígena, exigen la dimisión de la actual presidenta, Dina Boluartey la revisión de la Constitución. Boluarte, quien es ex miembro del partido marxista Perú Libre, ha girado a la derecha para poner fin a las protestas. Ninguna de las partes parece dispuesta a ceder.
Las divisiones puestas de manifiesto por las protestas en Perú se ven alimentadas por algunos de los niveles más altos de desigualdad en uno de los rincones más desiguales del mundo, donde las tasas de mortalidad durante Covid se dispararon muy por encima de los promedios mundiales y donde el crecimiento económico esporádico y la degradación del medio ambiente han ido de la mano durante mucho tiempo. Perú ha tenido seis presidentes en siete años y tres parlamentos diferentes. Una encuesta de 2021 reveló que apenas una cuarta parte del país está satisfecha con el régimen democrático, la cifra más baja de todos los países de América Latina excepto Haití.
Es pues, en definitiva, la encarnación viva de una policrisis.
El fotoperiodista y fundador de Península 360Press, Manuel Ortiz tiene una larga experiencia cubriendo conflictos en América Latina, desde la violencia de los cárteles en México a la guerra civil en Colombia y los disturbios sociales en Honduras y El Salvador. Acaba de regresar de un viaje de 10 días a Perú, que describe como uno de los “más intensos” de su larga carrera. Aunque las condiciones en Perú son únicas en el país, el panorama general, dice Ortiz, es una advertencia para el mundo de lo que ocurre cuando se permite que las divisiones sociales se enconen, cuando las instituciones fallan y cuando la calamidad se precipita para llenar la brecha.

¿Usted ha descrito su experiencia en Perú como una de las más trágicas que ha vivido en América Latina. ¿A qué se debe?
He sido testigo de cómo el gobierno de Colombia disparaba sistemáticamente a los ojos de jóvenes manifestantes. Y he visto mucha violencia en México. Pero en Perú, parece una política de exterminio. Están utilizando francotiradores… Los vi en Cuzco. Me reuní con la familia de Remo Candia Guevara, quien recibió un disparo en el pecho durante una protesta el 11 de enero cerca de la ciudad. Era un líder quechua local, alguien a quien todo el mundo recurría, especialmente cuando estalló esta última crisis. Días antes de su muerte, dijo a su familia que lo estaban siguiendo. Ellos le instaron a que no se uniera a las protestas, pero acudió de todos modos después de que miembros de la comunidad le dijeran que era necesario. Hay un vídeo en el que se le ve a la cabeza de la multitud. Sin armas… sin piedras, sin palos. La policía dispara gases lacrimógenos. Remo intenta agacharse detrás de un poste. Es entonces cuando recibe un disparo en el pecho. Murió en el hospital poco después. Su familia me dijo que la policía lo tenía como objetivo. Sabían quién era.

¿Usted asistió al acto conmemorativo al cumplirse un mes de su muerte. ¿Qué escuchó de la comunidad?
Al principio la gente estaba nerviosa. Pero a medida que avanzaba la celebración, empezaron a hablar con nosotros. Nos daban las gracias por estar allí, como miembros de la prensa internacional. Hablaban de que los periodistas de Lima nunca hablan ni visitan a las comunidades quechuas, que muchos peruanos -según nos enteramos- suelen comparar con terroristas. Se sienten como olvidados.
Al día siguiente compartimos el desayuno. Jugué con sus hijos y me preguntaban: “¿Cuándo vuelve papi a casa?”. Más tarde nos dirigimos a la cima de una colina cercana, donde cientos de personas se reúnen para plantar árboles. Es parte de la tradición quechua, algo que hacen cada 10 años aproximadamente para reforestar las montañas circundantes. Pero este año tenía un significado adicional. Muchos de los allí presentes me dijeron que creían que Remo vendría a habitar los árboles y la montaña y que velaría por ellos.
